Archivo Carlos 667.1

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ARCHIVO CARLOS 667.1

UNA ADVERTENCIA A LA HUMANIDAD

I. El Fuego en el Cielo

Todo empieza arriba. En el cielo. Una noche de otoño cualquiera en Valencia. De repente, la oscuridad se rasga. No es un rayo. Es como una herida luminosa de la que emana luz. Millones de trazos incandescentes cayendo. No es una lluvia de estrellas convencional; es demasiado lenta, demasiado… deliberada. La gente, por supuesto, sale a las calles. Graban con sus móviles. Lo llaman milagro. Pero de milagro no tenía nada. Yo sentía un temblor, pero no venía de la tierra. Era un escalofrío profundo, en el alma. Porque sabía que lo que caía del cielo no eran simples rocas. Era un agente infeccioso.

Los días siguientes son una niebla febril. Los hospitales se colapsan. La gente arde por dentro, con los ojos enrojecidos, suplicando agua con una sed imposible de saciar. Pero el verdadero horror ocurre en la intimidad de los hogares. Un esposo que mira a su esposa y ya no ve amor, sino instinto de presa. En el sueño veo a mi vecino, un buen hombre, con la mirada perdida, reemplazada por una inteligencia depredadora, fría, que no es humana. No los llamamos vampiros ni zombis. Son… «ellos». Los cazadores. Y nosotros, de repente, somos la presa.

II. El Reino del Silencio

El mundo no se acaba con una explosión, sino con el bajar de una persiana. Las calles, antes ríos de vida, son ahora canales secos y silenciosos. El silencio es el nuevo rey. Y la noche, su reino. Porque ellos no son bestias irracionales. Se mueven con una lógica aterradora. Se coordinan sin emitir sonido, reclamando la ciudad. En mi sueño, estoy con un pequeño grupo en el sótano de una librería. El olor a papel viejo y a miedo es casi palpable. Nos comunicamos con gestos. Las palabras son un lujo peligroso. A través de una cámara de seguridad, vemos el nuevo mundo. Vemos cómo ignoran el dinero, las joyas, el arte… solo buscan la carne y la sangre. No destruyen. Cosechan. La verdadera tortura es esa impotencia. Y lo peor es el silencio. Ese silencio expectante entre cada grito lejano.

III. Los Verdaderos Amos

Y cuando la esperanza se ha extinguido, el cielo vuelve a cambiar. Esta vez no hay fuego. Solo una oscuridad que se superpone a la noche. Naves. No de metal, sino de una materia que parece absorber la luz, con formas imposibles que descienden sin perturbar el aire. Y entonces ocurre lo impensable. Los cazadores, esos monstruos que nos han aterrorizado, salen a recibir a las naves. Y se arrodillan. No como esclavos, sino como siervos leales que dan la bienvenida a sus amos.

En ese instante, la verdad me golpea con la fuerza de un impacto físico. Los meteoritos no fueron un accidente. El patógeno no fue una plaga. Fue una terraformación. Un proceso para transformar a la humanidad en una forma de vida más… útil. Y ahora, los dueños de la granja venían a inspeccionar su ganado. Nosotros, los supervivientes, no éramos parte del plan. Éramos el desecho. Y veo cómo limpian. Un haz de luz pálida desintegra al cazador que fue mi vecino. Sin ruido, sin drama. Simplemente, deja de existir.

IV. La Fecha de la Cosecha

El final del sueño es siempre el mismo. Las naves se van. La Tierra queda en un silencio absoluto. Rota, vacía. Camino por una Valencia irreconocible, no por la destrucción, sino por la quietud. Soy un fantasma en mi propia ciudad. Y entonces, la verdad final se me impone, no como un pensamiento, sino como un conocimiento grabado a fuego en mi mente: no soy un soñador. Soy un receptor. Como ingeniero de datos, he pasado meses procesando cada detalle en todos los sistemas de análisis a mi alcance. Quería demostrar que era un error. Pero los resultados… maldita sea. Los resultados convergen con una precisión aterradora. La probabilidad se acerca a la certeza.

LA SIMULACIÓN SE VUELVE ESTABLE. LA FECHA SE CLAVA.

17.11.2027

MADRUGADA

Si alguna vez ves el cielo nocturno arder con una belleza imposible…

NO LO ADMIRES. NO GRABES.

CORRE.

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