EL CIRCO DE LOS SERES SORPRENDENTES
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La llegada tan anunciada del circo a la ciudad fue muy espectacular, con anuncios por todos los rincones, era un circo muy extraño, en el que prometían que pasarían momentos de asombro e incluso algún horror, pero de ahí su éxito. Se trataba del circo de los seres sorprendentes.
Pues esta noticia que voló por los aires, como una hoja se la lleva el viento de un lado a otro, llegó a los oídos de Juan, un niño de 5 añitos, muy inquieto y con muchas ganas de vivir aventuras. Trató de convencer a sus padres para que lo llevaran al circo, también lo intentó con sus abuelos, pero no tuvo suerte no le dejaban ir, ni lo querían llevar. El motivo era obvio, el nombre del circo ya lo decía todo “El circo de los seres sorprendentes“.
Claro esta, para el pequeño Juan también era el principal motivo por el que quería asistir a una función de ese circo, él se imaginaba a la mujer cabra, a los niños siameses, al hombre lobo, el niño mono y una larga lista que pregonaban por todos los rincones de la ciudad, tratando de llamar la atención de los ciudadanos para que asistieran a una de sus funciones.
Pero claro, ya sabemos como son los niños, para ellos nada es imposible, todo se puede hacer, él estaba decidido a ver ese circo, quería ver a esos seres que tanto anunciaban por todos los lados.
Finalmente una tarde se decidió, cogió una bolsa con lo que el pequeño Juan creía que le podría hacer falta y se marchó de casa en dirección al circo.
Conseguir llegar hasta las instalaciones del circo fue sorprendentemente bien para el pequeño Juan, eso sí, tardó más de lo que él creía, pero al final llegó a su meta. El problema siguiente era conseguir entrar y que no le viera nadie, ya que dinero para la entrada no tenía, y además debía que ir con un adulto. Esto lo desanimó bastante, pero la ilusión por ver lo que allí se escondía era muy grande y le hizo caminar recorriendo todo el perímetro del circo, y justo en la parte trasera se podía ver una abertura no muy grande, pero lo suficiente para el pequeño Juan.
Por ahí yo paso sin problemas, pensó el pequeño Juan, y se introdujo a través de la pequeña abertura, consiguiendo entrar dentro.
En las inmediaciones de esa abertura se encontraba el payaso triste, pero tenía el rostro como si le hubiesen pasado un trapo por la cara, todo el maquillaje corrido hacia un lado dando la impresión de tener la cara deformada.

Fue en ese momento, que el payaso lo cogió y lo agarró con fuerza, ignorando los gritos y pataletas que el pequeño Juan gritaba y se retorcía sobre los hombros de ese hombre, pero no sirvieron de nada, el payaso se dirigió a una caravana muy grande que tenían allí los del circo, una vez dentro el pequeño juan podía ver que se encontraban más niños y personas, que estaban durmiendo sobre unas mesas de metal plateado brillante, lo colocó sobre una de esas mesas. Notó un ligero pinchazo en el cuello y se durmió a los pocos segundos.
Se despertó mareado el pequeño Juan, no sabe cuanto tiempo estuvo dormido, si una hora o un día, no podía tener forma de saberlo, observó a su alrededor y de pronto todas sus ansias por ver a esos seres tan sorprendentes se acababan de cumplir, él pertenecía a ellos, era uno más de los seres del espectáculo, le faltaban los brazos, no tenía pelo, y notó que del final de su espalda tenía colgando una enorme cola de caballo, era parte de ellos.
Lo vistieron rápidamente y lo colocaron en la pista para que lo pudieran observar los que acudían al circo, allí se encontraba junto a él, el niño demonio, la mujer serpiente y el niño sin cara. Fue su primera función y la última.
El payaso triste no es que fuera un cirujano, estaba a kilómetros de distancia de ser un mediocre médico, más bien alguien que sabía coser, cortar y pegar según le venía a su imaginación, no se detenía en mirar si podían tener infecciones de algún tipo, o problemas por sangrado excesivo, eso no le preocupaba al payaso porque él sabía que.
En la próxima ciudad tendría más material para poder prepararlos.
Carlos Nieto

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