Siguiendo con vosotros, os traigo un nuevo relato, (Trabajo en equipo), espero que os guste.
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Trabajo en equipo.
Comenzó todo con la excavación de la piscina, ¡Si! Tenían que hacer un gran agujero en mitad del jardín para poder construir una piscina. De esta manera aplacaríamos el sofocante calor del verano, que en esta parte de Valencia y sobre todo esos días de poniente; que son inaguantables, nos ayudarían a sobrellevar el calor y al mismo tiempo, de divertimento para los niños.
Llevaríamos un metro y medio de profundidad excavado cuando lo encontramos, al principio nos pareció algo fascinante, un baúl pequeño, con una apariencia muy antigua, a mi padre le emociono encontrar algo así en su terreno, jamás hubiera imaginado que habría enterrado en su chalet un baúl tan antiguo. La fascinación de lo hallado nos hizo dejar el trabajo de excavación y nos dedicamos a tratar de sacarlo y averiguar que podía contener.
Tardamos muy poco en sacarlo de allí, y llevarlo a un lugar a la sombra, pues estaba comenzando el calor a hacer de las suyas, a pesar de ser primavera y un día que se pronosticaba fresco, aun así los grados subieron bastante y con la alegría de lo encontrado y las ganas de descansar que teníamos todos, nos vino bien refugiarnos del sol y refrescarnos con una cervecita bien fría. Lo colocamos encima de la mesa de la terraza con mucho cuidado pues parecía que se podía deshacer en cualquier momento, tenía esos herrajes antiguos y en forma de abrazadera por encima del baúl, a modo de sujeción de la madera para darle más consistencia, parte de el, era de madera y otra metálica, lo observamos con cuidado parar tratar de averiguar como abrirlo sin romperlo.
Mi padre, más ducho con las herramientas cogió un destornillador y lo forzó por un lado, provocando que saltaran los cierres que tenía. Solo tenía que levantar la tapa; estábamos todos expectantes que lo hiciera, queríamos saber si quizás hubiera monedas antiguas o algún tipo de tesoro en su interior. Pero como es habitual en él, se fue al interior de la casa sin abrirlo dejándonos a todos con la incertidumbre de que misterios ocultaría en su interior. Juan, un amigo de mi padre no pudo aguantar el misterio y le grito:
—Toni, pero ¿Ahora donde vas?
—Ahora salgo, estoy poniéndome unos guantes. —Se escuchó desde el interior de la casa.
Estábamos todos rodeando el baúl en el momento que salió mi padre con unos guantes de tela gris claro enfundando sus manos, lo miramos y esperábamos que lo abriera ya de una vez. Se acercó al baúl, con las dos manos una por debajo y la otra por la parte superior comenzó a levantarlo con mucho cuidado, se vislumbraba que comenzaba a ceder y a abrirse, a pesar de que las bisagras traseras estaban en muy lamentables condiciones. El sonido de su apertura fue lo que rompió el silencio que teníamos alrededor de la mesa, ¡Ahí estábamos! Observando y sin quitar ojo al baúl.
Tras un eterno minuto, consiguió abrirlo. Acercamos nuestras cabezas al centro de la mesa, queríamos ver su interior, sin demora. Algo redondo había debajo de un paño que cubría el interior. Con mucha delicadeza mi padre lo retiro dejando al descubierto lo que ocultaba.
Un paso atrás cedimos todos, al ver el interior del baúl, una calavera se encontraba debajo del paño, el asombro por parte de mi padre fue muy sobrecogedor. Los demás nos quedamos mirándonos confundidos, no era lo que esperábamos encontrar. Tras un par de minutos con un silencio sepulcral y con la mirada clavada en la calavera Juan, comenzó a decir que la sacáramos de allí, quería verla, y ver debajo de ella, pues aparentaba que había un pergamino en el interior.

Mi padre un poco dubitativo, se armó de coraje y la cogió con sus manos y la levanto de su ubicación, colocándola encima de la mesa. Se podían percibir unos colmillos extremadamente grandes, sin duda era humana, salvo por esos tremendos dientes, que sobresalían por encima de lo que era la barbilla. Tenía un color muy oscuro, casi negro, que le hacía más inquietante; el aspecto era como si la hubiesen quemado. Los que allí nos encontrábamos no podíamos dejar de mirarla, mientras tanto mi padre sacaba el pergamino, que se encontraba en el interior junto con un pequeño colgante, (aparentaba ser de oro)
Juan, con su habitual cachondeo, cogió el colgante y se lo colgó del cuello, asegurando que era para él, que fue el que dio con la pala sobre el baúl, ya que como lo encontró, pues seria suyo. Cosa que le recriminamos todos y le insistimos en que se lo quitara, aunque no lo conseguimos.
Lo que había escrito en el pergamino, nos dejó helados, os lo dejo a continuación:
No oséis tocar este monstruo del averno, o la desdicha caerá sobre vosotros, y una bruma infernal os atrapará y la desgracia estará presente.
Más os vale dejar la caja como estaba y enterrarla en el olvido, con el sagrado colgante, forjado en el mismísimo infierno.
Juan, continuaba con sus bromas, cogió la calavera y la levanto para aparentar que era su cabeza, conforme la cogía de la mandíbula, se clavó los dientes afilados en los dedos, provocando que brotara sangre de ellos, manchando los dientes y la quijada de la calavera. La soltó rápidamente, puesto que le produjo un gran dolor en los dedos. La calavera cambió poco a poco de color, del negro, paso al blanco en unos pocos minutos, nos empezamos a asustar. Mi padre muy prudentemente, agarro el pergamino y lo introdujo en el baúl, junto con la calavera y el trapo, que lo cubría. Le quito del cuello a Juan, el colgante, metiéndolo también en el interior, lo cerró y se la llevo de allí, lejos de nosotros. No volvió hasta pasada una hora. Le pregunté donde había estado, y no me dijo nada, pero se había deshecho del baúl.
Continuamos como si no hubiera pasado nada más, y pasados unos días nos enteramos de que Juan, había asesinado a su mujer y sus dos hijos, sacándoles la sangre de los cuerpos. No lo han encontrado, y está rastreado por la Policía, pero no consiguen dar con él, no sabemos que le ha podido pasar, pues era un hombre amable, bromista, y muy buen padre.
El siguiente fin de semana, estábamos con el maldito hoyo de la piscina, cuando sin que nadie esperara que viniera nadie más, apareció Juan, ya era hora de recoger, pues era tarde y no se veía por falta de luz, nos iluminábamos con luces que habíamos puesto para poder trabajar hasta más tarde.

Mi padre al verlo se asustó mucho, y nos avisó de que tuviéramos cuidado con él, cuando conseguí verlo de cerca, pude ver que tenía esos malditos colmillos que le sobresalían por encima del labio, y estaba completamente manchado de sangre.
No nos dio tiempo ni a chillar, nos asesinó en cuestión de segundos a todos.
Allí, en aquella fosa que habíamos cavado entre todos, yacíamos sin vida y sin sangre, ¡Se la había llevado Juan!
Carlos Nieto

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